Yo no puedo dormir con el ruido del ventilador, tampoco cuando me hablás desde el comedor al levantarte y me desvelo por casi una hora. Tampoco con mis miedos y mi angustia existencial, y mi vulnerabilidad, y creo que eso es más grave.
Oreándose, esperando que te levantes y encuentres todo dispuesto: medias, mochila, monedas para el viaje.
Escuchando el sonido del teclado y de los huesos de mi columna, ansiosa de la paz que sólo le da estar guarecida entre montañas.Te extraño a la noche. Lo siento mucho, por este insomnio. Creo que es cobardía.
Sus gestos de jabón blanco, abotonados,
¿me saludan o me echan? Cualquiera de esas dos opciones me haría ir hacia vos ahora.
Y voy.













