Pensé que me iba a hartar de la feria (como cuando en mi infancia disfrutaba las frambuesas la primera mitad del verano y la otra no podía ni verlas) pero ya pasó la temporada y me gusta como el primer día.
El otro día, para poder trabajar en casa tranquila, habilité los juguetes que tenía guardados desde diciembre (cumple de hijo y navidad, mucha gente de visita... imaginen). Tanto se divertían, con los juguetes, las gallinas, el día hermoso que hacía, que cuando fui afuera Casiel me dice "¿te puedo pedir un favor? ¿Podés ir adentro, que acá te pega el sol?". Jaja, muy gracioso. Se ve que quería jugar tranquilo con sus 18 plastilinas distintas.

Contenta porque me siento re bien con lo que se está dando con (pucha, no me sale ponerle un apodo... el chico que quiero de posts anteriores). Una amistad muy linda y llena de cariño, sinceridad, aceptación y valoración mutua. Qué lindo conocer gente tan linda y dejar que la relación se acomode hasta lograr algo que nos haga bien a los dos. En este momento siento que es perfecto lo que tenemos.
Mi hijo menor cumplió dos años ayer. Estuvo re lindo.

Como observarán no son más pollitas... ya prácticamente son gallinas!
Acabo de subirme al nogal del frente de mi casa (bueno, de la casa que alquilo). No fue fácil. Primero puse una silla apoyada en el tronco, subí, me paré en el respaldo de la silla, y tuve que levantar todo mi peso con mis brazos, abrazar al árbol con las pìernas y seguir subiendo. Muy Mowgli. Los del depósito de materiales de enfrente se deben haber divertido mucho. Quizás no le divirtió al dueño de la camioneta estacionada convenientemente a la sombra del nogal, cuando sacudí el árbol y tímidamente fueron cayendo nueces. Una vez arriba estuve peleando con ramitas secas que no me querían dejar pasar a las ramas más grandes, para pararme sobre éstas y bailar un poco. Pero, con un poco de esfuerzo, cayeron suficientes nueces como para llenar medio balde. Cuando quise bajar tuve que decidir entre volver por el camino de subida o colgarme de alguna rama y dejarme caer. Recordé que los años no llegan solos, entonces opté por descolgarme, sí, pero tratando de pisar la silla. No era una buena idea errarle y caer encima de ella, así que en última instancia me columpiaría y saltaría. Lo logré, igual. Estuvo muy divertido.
Cuando juntaba los frutos del suelo se acercaron una vecina y un vecino a charlar un rato cada uno. Y después, cuando yo ya estaba adentro, el vecino me trajo una bolsa de peras de su árbol. ¡Qué lindo! ¡Y son muy muy ricas!
Y acá estoy, rasguñada por el nogal, y sintiéndome llena de gusanitos (por haber encontrado dos en mi espalda). Pero contenta!
















