Hoy le escribí una carta a mi abuela.
¿Por qué mi blog está tan relacionado con la correspondencia entre mi abuela y yo?
Me enteré de que mi papá le iba a mandar una caja unas horas antes de que lo haga, así que no pude planear qué mandarle de regalo. Pensé en hojas de laurel, ya que había sacado dos ramitas del laurel de mi mamá el jueves pasado.
Le escribí la carta, toda amorosa, contándole sobre el laurel y sus beneficios, la plegué, la puse en un sobre de lunares, y fui a buscar unas hojas, «las más lindas», pensé. Agarré algunas de las dos ramas que se secaban en mi cocina y noté que de un lado eran oscuras. «Esto está raro», diría mi profesora de Lengua española I en sus correcciones.

El laurel no era laurel.
Las quebré y las olí. No eran.
Tiré las dos varillas con hojas impostoras afuera, riéndome.
Y le agregué esta nota a la carta de mi abuela, que en realidad tenía que tener una bolsita muy prolija con mi regalo especial:


El escritorio que se ve me lo regaló mi abuelo, esposo de Carla. Era de su taller y lo puso más lindo para dármelo, hace más de 15 años. Hay una entrada de este blog que habla de eso.
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Tengo mucho para escribir. Espero entender mis notas para recordar lo que quiero contar.
Pronto sale el sol.
¿No era Margot yo?
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Algo más que pasó:
Yo le había dicho a mi papá que le dejaba la carta pegada con imanes en la puerta, porque seguramente pasaba a la mañana y nos estamos levantando re tarde. Pasó a buscarla y después me escribió:



















