viernes, 30 de mayo de 2008
Otra vez la fiebre amarilla
En algunas casas ajenas me agarra una melancolía o nostalgia extraña. Es en las casas cálidas, con onda. Se nota en seguida cuando en un lugar vive una pareja que se ama. Son esas casas las que me dan esa sensación triste y añorante. No me pasa en las que tienen toda la tecnología y confort, sino en las que se encuentra un sentido estético cálido, artístico, con cierta bohemia. ¿Será cierto lo que dice y repite Ludovica en el horóscopo chino, que para las cabritas es muy importante la triada techo, vestimenta y comida, y que le damos mucho valor a lo estético?
La semana pasada conocí la casa de unos amigos en La Boca. Quiero pensar que lo que sentía era nostalgia, y no envidia. ¿Cómo lo diferencio? Porque también había añoranza, y admiración. Su casa es grande (por lo que es extraño haberme sentido así: esa sensación casi siempre me ataca en hogares pequeños), vieja, y la refaccionaron ellos de una forma hermosa. Tienen una pared llena de CDs, y hasta una mecedora. Había una salamandra encendida. Para colmo, toda la tarde sonó Piazzolla. ¿Me querían matar?
Yo sé que en una casa como la mía sentiría lo mismo. Entonces, ¿por qué no me dejo de joder y disfruto mi hogar? Ay, Margot, vos y la melancolía...
La semana pasada conocí la casa de unos amigos en La Boca. Quiero pensar que lo que sentía era nostalgia, y no envidia. ¿Cómo lo diferencio? Porque también había añoranza, y admiración. Su casa es grande (por lo que es extraño haberme sentido así: esa sensación casi siempre me ataca en hogares pequeños), vieja, y la refaccionaron ellos de una forma hermosa. Tienen una pared llena de CDs, y hasta una mecedora. Había una salamandra encendida. Para colmo, toda la tarde sonó Piazzolla. ¿Me querían matar?
Yo sé que en una casa como la mía sentiría lo mismo. Entonces, ¿por qué no me dejo de joder y disfruto mi hogar? Ay, Margot, vos y la melancolía...
Suddenly active
Con las chicas del grupo de preparto nos seguimos reuniendo cada dos o tres semanas. Somos cinco, más nuestros cinco cachorros. Es lindo charlar mientras ellos retozan, se miran, se tocan. Ir viendo sus diversas personalidades y evoluciones. Y charlar de sus caquitas, llantos, ropitas, vacunas, vómitos, sin sentirnos patéticas y aburridas. Es agradable también poder estar tomando mate y que nuestras interlocutoras nos comprendan si hablamos de dolor de tetas, de toda la ropa del placard rebelde y repentinamente encogida, de copiños abuelísticos para amamantar o de libido alterada.
De cinco flamantes padres, cuatro están haciendo actividades nuevas dos o tres días a la semana. Pablo por fin se decidió a practicar karate lunes, miércoles y viernes (le estuvo dando vueltas al asunto más de un año y ahora que nació Casiel, lo hace). Mariano1 empezó a jugar al paddle con una abnegación insospechada, ya que nunca había sido constante con ese tipo de cosas, según su mujer. Andrés también empezó algo pero no me acuerdo qué. Cristian, clases de bandoneón. Mariano2 quiere hacer algo, pero dice que ella no lo deja todavía (justo él pasaba por ahí en la reunión en la que surgió el tema, que fue en su casa). No quiero empezar a preguntarme el por qué de este comportamiento, ya que probablemente me trate de culpar a mí, o si no a él y no sé cuál es peor. Además no lo veo como algo negativo.
En realidad me gusta que haga algo por él y, como es cuando Casiel duerme, con el tema del cuidado del bebé está todo bien.
De todas formas me da curiosidad esta reacción masculina. En la reunión les pregunté si no sería el viejazo que les agarra por ser padres, pero me dijeron: "¿Pablo cuántos años tiene?"; "25"; "Y, no creo". ¿Tendrá que ver con las nuevas responsabilidades adquiridas? ¿O con no bancar una mujer puérpera? Pero dije que no lo iba a analizar.
Tal vez a ellos también les vendría bien juntarse.
De cinco flamantes padres, cuatro están haciendo actividades nuevas dos o tres días a la semana. Pablo por fin se decidió a practicar karate lunes, miércoles y viernes (le estuvo dando vueltas al asunto más de un año y ahora que nació Casiel, lo hace). Mariano1 empezó a jugar al paddle con una abnegación insospechada, ya que nunca había sido constante con ese tipo de cosas, según su mujer. Andrés también empezó algo pero no me acuerdo qué. Cristian, clases de bandoneón. Mariano2 quiere hacer algo, pero dice que ella no lo deja todavía (justo él pasaba por ahí en la reunión en la que surgió el tema, que fue en su casa). No quiero empezar a preguntarme el por qué de este comportamiento, ya que probablemente me trate de culpar a mí, o si no a él y no sé cuál es peor. Además no lo veo como algo negativo.
En realidad me gusta que haga algo por él y, como es cuando Casiel duerme, con el tema del cuidado del bebé está todo bien.
De todas formas me da curiosidad esta reacción masculina. En la reunión les pregunté si no sería el viejazo que les agarra por ser padres, pero me dijeron: "¿Pablo cuántos años tiene?"; "25"; "Y, no creo". ¿Tendrá que ver con las nuevas responsabilidades adquiridas? ¿O con no bancar una mujer puérpera? Pero dije que no lo iba a analizar.
Tal vez a ellos también les vendría bien juntarse.
Me calientan mis vecinos
No tenemos calefacción, excepto una estufita eléctrica que no me agrada mucho y uso sólo para calentar el cuarto para hacerle masajes de Shantala a Casiel, cambiarlo o dejarlo jugar en bolitas después del baño.
En invierno, el primer día de frío es complicado. Pero de ahí en más el departamento es bastante calentito. Supongo que nos dan calor los vecinos, y por eso el título del post. A los que entraron a esta página porque buscaron "me calientan mis vecinos": lamento desilusionarlos, y suerte con sus problemas.
En invierno, el primer día de frío es complicado. Pero de ahí en más el departamento es bastante calentito. Supongo que nos dan calor los vecinos, y por eso el título del post. A los que entraron a esta página porque buscaron "me calientan mis vecinos": lamento desilusionarlos, y suerte con sus problemas.
martes, 27 de mayo de 2008
Sólo falta el bastón y un poco de cinismo (los ojos claros están)
Hoy fue la primera vez que Casiel entró a un hospital. Y no fue para control ni consulta.
Fuimos a pedirle a su pediatra que nos haga la receta para una vacuna (la primera y una de las pocas que se va a dar, también).
Cuando vi venir al pediatra caminando por el largo pasillo, me dí cuenta: es Dr. House!
Renguea, y tiene cierta "actitud House" (sólo que es mucho más agradable).
Mi hijo tiene cinco meses, y ese tiempo es el que llevo de conocer al médico. No me había dado cuenta de que rengueaba. ¡Basta de ser tan colgada! Quedo como una estúpida tantas veces por estas cosas...
El otro día me preguntaron cuánto pesaba Casiel y empecé "tres cuatrocientos. No, cuatro quinientos. NO! a ver... ah, sí, seis cuatro cincuenta". Quedo como una mala madre y una inútil.
Llevo una cronología del embarazo y del bebé en un archivo de Word, porque no confío en mi memoria. Siempre fui de guardar datos, fotos, recortes, momentos. Tengo la valija negra que es como un tesoro de recuerdos. Un día de estos la voy a abrir, a ver qué encuentro. Pero primero, apenas tenga tiempo, debería abrir las otras dos valijas negras, las que tienen ropa de invierno. Para ver qué me sigue quedando este año en mi cuerpo post-maternidad ...es que tengo frío!
Ahora que lo pienso el que es como Dr. House es mi suegro. Hasta escribió un par de libros de sus hazañas y errores como médico cuyos relatos me dan la razón. No podía ser más Dr. House cuando ayudó a mejorar a un enfermo de sida al que mandaron a su sala con los días contados a base de cagarlo a puteadas por dejarse morir. Y a otro "lo hizo" caminar inyectándole solución salina.
Pero esas son historias aparte.
Fuimos a pedirle a su pediatra que nos haga la receta para una vacuna (la primera y una de las pocas que se va a dar, también).
Cuando vi venir al pediatra caminando por el largo pasillo, me dí cuenta: es Dr. House!
Renguea, y tiene cierta "actitud House" (sólo que es mucho más agradable).
Mi hijo tiene cinco meses, y ese tiempo es el que llevo de conocer al médico. No me había dado cuenta de que rengueaba. ¡Basta de ser tan colgada! Quedo como una estúpida tantas veces por estas cosas...
El otro día me preguntaron cuánto pesaba Casiel y empecé "tres cuatrocientos. No, cuatro quinientos. NO! a ver... ah, sí, seis cuatro cincuenta". Quedo como una mala madre y una inútil.
Llevo una cronología del embarazo y del bebé en un archivo de Word, porque no confío en mi memoria. Siempre fui de guardar datos, fotos, recortes, momentos. Tengo la valija negra que es como un tesoro de recuerdos. Un día de estos la voy a abrir, a ver qué encuentro. Pero primero, apenas tenga tiempo, debería abrir las otras dos valijas negras, las que tienen ropa de invierno. Para ver qué me sigue quedando este año en mi cuerpo post-maternidad ...es que tengo frío!
Ahora que lo pienso el que es como Dr. House es mi suegro. Hasta escribió un par de libros de sus hazañas y errores como médico cuyos relatos me dan la razón. No podía ser más Dr. House cuando ayudó a mejorar a un enfermo de sida al que mandaron a su sala con los días contados a base de cagarlo a puteadas por dejarse morir. Y a otro "lo hizo" caminar inyectándole solución salina.
Pero esas son historias aparte.
sábado, 24 de mayo de 2008
Poohta, che
Casiel se está haciendo grande para el moisés real (de todas formas por ahora duerme con nosotros, aguante el colecho). Las siestas y la primera parte de la noche duerme en el moisés que, como dije recién, le está quedando chico.
Me iban a mandar una cunita de El Bolsón pero obviamente es un poco complicado, por lo que nos vino genial que unos amigos de por acá nos pasaran una.
Hoy la trajimos. Recién la observaba, y lo ví, todo brillante y centrado en la cabecera de la cuna, agarrándose la cabeza porque se le cayó una torre de cubos: mi archienemigo Pooh.
Creo que voy a tener que unirme a él, me está ganando por afano.
Fotito de yapa:
Me iban a mandar una cunita de El Bolsón pero obviamente es un poco complicado, por lo que nos vino genial que unos amigos de por acá nos pasaran una.
Hoy la trajimos. Recién la observaba, y lo ví, todo brillante y centrado en la cabecera de la cuna, agarrándose la cabeza porque se le cayó una torre de cubos: mi archienemigo Pooh.
Creo que voy a tener que unirme a él, me está ganando por afano.
Fotito de yapa:
martes, 20 de mayo de 2008
De libros
Ayer pasamos por la esquina de mi casa con mi mamá, mis hermanas y Casiel, y vimos abierta la nueva librería,esa que nombré unos posts más abajo.
Estaba llena de gente.
Yo estaba apurada y no quería entrar, pero mientras iba con el cochecito de Casiel tratando de esquivar pozos en la vereda, ellas pispeaban por las ventanas.
Las vidrieras no eran lo que esperábamos. Primero vieron uno que se llamaba "El Camino hacia Dios", y enfocaron otro estante. Ahí se dieron cuenta: es una librería religiosa.
Qué mala noticia.
Hoy pasamos de nuevo y estaba cerrada, a las 6 de la tarde. Es raro. Se ve que abre cuando hay algo en la iglesia que está acá a una cuadra.
Hoy fuimos a una librería que tiene todas obras en inglés, ya que hace mucho tiempo que estoy obsesionada con lo que creo es el romanticismo, pero no estoy segura (mayormente literatura femenina de la época Victoriana). Digamos que me gustan las novelas en las que las mujeres usan esos vestidos grandes y no pueden ir por la calle solas con un hombre sin que se comente en el pueblo. Las hermanas Brontë, pero también Jane Austen. Y me quedé sin libros de estas escritoras. Leí algunos escritos por hombres o con protagonistas masculinos, pero no es lo mismo. Estoy encaprichada. Entonces fui a ver qué había, y me compré "Good Wives", de Louisa M. Alcott, y "Wives and Daughters", de Elizabeth Gaskell.
Buenas esposas y Esposas e hijas.
Cualquiera pensaría que:
a) estoy haciendo un trabajo sobre el rol de las mujeres en el matrimonio en la literatura inglesa
o
b) estoy tratando de ver cómo es esto de ser esposa
(Tal vez es mejor que piensen eso en vez de que estoy encaprichada con los vestidos grandes y las restricciones a las mujeres).
Estaba llena de gente.
Yo estaba apurada y no quería entrar, pero mientras iba con el cochecito de Casiel tratando de esquivar pozos en la vereda, ellas pispeaban por las ventanas.
Las vidrieras no eran lo que esperábamos. Primero vieron uno que se llamaba "El Camino hacia Dios", y enfocaron otro estante. Ahí se dieron cuenta: es una librería religiosa.
Qué mala noticia.
Hoy pasamos de nuevo y estaba cerrada, a las 6 de la tarde. Es raro. Se ve que abre cuando hay algo en la iglesia que está acá a una cuadra.
Hoy fuimos a una librería que tiene todas obras en inglés, ya que hace mucho tiempo que estoy obsesionada con lo que creo es el romanticismo, pero no estoy segura (mayormente literatura femenina de la época Victoriana). Digamos que me gustan las novelas en las que las mujeres usan esos vestidos grandes y no pueden ir por la calle solas con un hombre sin que se comente en el pueblo. Las hermanas Brontë, pero también Jane Austen. Y me quedé sin libros de estas escritoras. Leí algunos escritos por hombres o con protagonistas masculinos, pero no es lo mismo. Estoy encaprichada. Entonces fui a ver qué había, y me compré "Good Wives", de Louisa M. Alcott, y "Wives and Daughters", de Elizabeth Gaskell.
Buenas esposas y Esposas e hijas.
Cualquiera pensaría que:
a) estoy haciendo un trabajo sobre el rol de las mujeres en el matrimonio en la literatura inglesa
o
b) estoy tratando de ver cómo es esto de ser esposa
(Tal vez es mejor que piensen eso en vez de que estoy encaprichada con los vestidos grandes y las restricciones a las mujeres).
sábado, 17 de mayo de 2008
La clave
Mi hermana Ana me contó que una noche que tenía fiebre sentía que necesitaba un password para dormirse. Y obviamente no lo sabía, entonces no pudo dormir en toda la noche.
Dice que ahora ya puso "recordar contraseña".
Ah, trabaja entre computadoras y cuentas de usuarios.
Dice que ahora ya puso "recordar contraseña".
Ah, trabaja entre computadoras y cuentas de usuarios.
miércoles, 14 de mayo de 2008
Sospedoso
Señor taxista:
Si hay algo que conozco es el olor de los pedos de mi bebé. Si pensó que incriminando a mi hijito disimulaba su gas, pensó muy mal.
Y no está bueno que me tire tanta mala onda por el cochecito de bebé, y encima me ponga cara de orto cuando no le doy propina.
Ubíquese. o Ubíquesé.
Si hay algo que conozco es el olor de los pedos de mi bebé. Si pensó que incriminando a mi hijito disimulaba su gas, pensó muy mal.
Y no está bueno que me tire tanta mala onda por el cochecito de bebé, y encima me ponga cara de orto cuando no le doy propina.
Ubíquese. o Ubíquesé.
martes, 13 de mayo de 2008
Besazos, sombreros de cowboy y carnaval
Tres veces me sorprendieron encajándome un beso. De esos besos seguí dos, pero en su momento me hubiera gustado seguir el otro también y que el chico sea mi novio. Le dije que no me había gustado lo que hizo, de tímida boluda que soy. Las tres veces yo estaba un poco alegre por ingesta de alcohol, pero no creo haberlos incitado o incentivado. Mi cara de sorpresa después de cada besazo debe haber sido muy simpática. Por eso, el chico del beso que no siguió me dijo con una actitud muy Sawyer de LOST: "ah, pero te gustó el beso", enfrente de toda la gente que estaba parada afuera del boliche. Yo le dije "¡no!", se puso su sombrero de cuero (sí, tenía un sombrero de cuero, pero él realmente podía usarlo, le quedaba muy bien) y se fue. No lo ví más, pero después me enteré que era de un pueblo muy cercano (El Hoyo) y que tenía un levante terrible. Los otros besos fueron, por suerte, de chicos que me gustaban (pero no me los esperaba; por ejemplo, uno fue de un ex. Ahora que lo pienso, en las dos ocasiones los chicos estaban "comprometidos" cuando lo hicieron. Lamentable.).
La sensación la puedo explicar como una mezcla de sorpresa y placer al mismo tiempo. En realidad, no es al mismo tiempo: Es primero sorpresa y tal vez un poco de rechazo instintivo, pero milésimas de segundo después, se acepta el placer como tal y de ahí nace la sonrisa cuando el Romeo separa su cara de la propia.
La misma seguidilla de sensaciones sentí el verano pasado mientras ordenaba la cocina: Estaba muy panzona agachada guardando unos tuppers en el mueble de abajo de la pileta, mientras se llenaba un bowl arriba de una pila de platos para dejarlo en remojo, cuando de pronto se volcó el bowl, derramando todo su contenido sobre mí. Hacía calor, y el agua fresquita sobre mí fue agradable. Pero no era algo que esperaba ni algo que hubiera hecho a propósito. Me sentía como en carnaval, o como en la casa de playa familiar cuando un primo te tira un baldazo de agua a traición mientras leías tranquila las traducciones de las letras de Queen.
Entonces, las dos sensaciones son parecidas, sólo que una incluye lechuguitas aceitosas en el pelo.
La sensación la puedo explicar como una mezcla de sorpresa y placer al mismo tiempo. En realidad, no es al mismo tiempo: Es primero sorpresa y tal vez un poco de rechazo instintivo, pero milésimas de segundo después, se acepta el placer como tal y de ahí nace la sonrisa cuando el Romeo separa su cara de la propia.
La misma seguidilla de sensaciones sentí el verano pasado mientras ordenaba la cocina: Estaba muy panzona agachada guardando unos tuppers en el mueble de abajo de la pileta, mientras se llenaba un bowl arriba de una pila de platos para dejarlo en remojo, cuando de pronto se volcó el bowl, derramando todo su contenido sobre mí. Hacía calor, y el agua fresquita sobre mí fue agradable. Pero no era algo que esperaba ni algo que hubiera hecho a propósito. Me sentía como en carnaval, o como en la casa de playa familiar cuando un primo te tira un baldazo de agua a traición mientras leías tranquila las traducciones de las letras de Queen.
Entonces, las dos sensaciones son parecidas, sólo que una incluye lechuguitas aceitosas en el pelo.
viernes, 9 de mayo de 2008
Tres cotidianas
Hoy salí a mi paseo diario con Casiel y por fin ví qué van a abrir en la construcción de la esquina. Un local de libros y música. Me puso contenta, aunque en realidad a mí me gusta comprar libros viejos, y no tengo plata para comprarme nada en ese lugar. Pero qué se yo, me encanta que sea una librería y no otra inmobiliaria.
En la película "Las Alas del Deseo", dos ángeles se juntan y comentan cosas que vieron en su día de observar a la humanidad. No cualquier cosa, sino acontecimientos como "hoy un hombre se paró en el medio de la calle y sintió la lluvia"; "hoy un viejo le leía La Odisea a su nieto y éste dejó de respirar por unos instantes".
Yo hoy les hubiera dado letra (bueno, creo que les daría letra seguido, por suerte). Una hoja ocre cayó desde un árbol al cochecito de Casiel mientras paseábamos, y yo la agarré y la guardé en un cuaderno. Me dí cuenta de la mirada externa (y pensé en los ángeles) cuando ví la fila de conductores en el semáforo mirándome sonreir con una hojita en la mano.
La mamá del encargado del edificio me dijo que ahora estoy más linda, que no vaya a quedar embarazada de nuevo (como implicando que antes Pablo no me tocaba ni con un palo).
En la película "Las Alas del Deseo", dos ángeles se juntan y comentan cosas que vieron en su día de observar a la humanidad. No cualquier cosa, sino acontecimientos como "hoy un hombre se paró en el medio de la calle y sintió la lluvia"; "hoy un viejo le leía La Odisea a su nieto y éste dejó de respirar por unos instantes".
Yo hoy les hubiera dado letra (bueno, creo que les daría letra seguido, por suerte). Una hoja ocre cayó desde un árbol al cochecito de Casiel mientras paseábamos, y yo la agarré y la guardé en un cuaderno. Me dí cuenta de la mirada externa (y pensé en los ángeles) cuando ví la fila de conductores en el semáforo mirándome sonreir con una hojita en la mano.
La mamá del encargado del edificio me dijo que ahora estoy más linda, que no vaya a quedar embarazada de nuevo (como implicando que antes Pablo no me tocaba ni con un palo).
miércoles, 7 de mayo de 2008
Suerte matemática
En cuarto año, a mis dieciséis años y dos meses, me sentaba en una de las esquinas del aula: la de adelante a la derecha. Ese lugar era estratégico: 1) Resultaba ideal para pasar desapercibida en las habituales llegadas tarde, ya que estaba al lado de la puerta. 2) Estaba en un rincón y había un recoveco para estantes, así que yo quedaba bastante escondida de los profesores, pese a ser la primera fila (tenía muchas menos probabilidades de que me hagan preguntas a mí). 3) Al estar al lado de una pared, me daba cierta seguridad mezclada con comodidad. 4) Al estar adelante de todo, impedía que los demás copañeros vean mi coloración facial al tener que hablar con algún profesor enfrente de toda la clase.
Básicamente el lugar estaba pensado para sobrellevar mejor mi timidez. Qué feo que es cuando tu vida gira en torno a tu timidez o inseguridad. Por suerte eso se fue yendo en mí. A veces me gustaría volver a aquellas épocas sabiendo lo que sé ahora (de la vida, o algo así). Pero lo que trato de hacer, en cambio, es lo posible: vivir ahora como si volviera dentro de unos años a esta época, arrepentida de gastar tiempo y energía en cosas no importantes. Y con ovarios. Porque la vida pasa rápido, y al hacer cosas que impliquen mucho crecimiento o un enfrentamiento a los miedos, dejamos una especie de clip -adornado con recuerdos y un poco de orgullo del bueno- que nos engancha de a tramos a esta existencia.
Iba a la modalidad Industrial, y en mi curso éramos 23 varones y 6 mujeres. Esta proporción por un lado era intimidante (en los momentos de coloración facial me importaba que me vean así los varones y los adultos, las chicas me daba casi lo mismo), pero por otro lado era cómodo para mí, dado que siempre me junté con varones, y se manejaban de una forma más simple que las chicas (además me malcriaban y yo podía salir impune de muchas situaciones que con amigas no).
Un viernes, en una clase de matemáticas, estábamos especialmente dispersos. Esta vez estaba sentada en unas mesas del fondo, charlando con unos compañeros. El profesor había puesto una ecuación en el pizarrón, y había pedido que la igualemos (qué se yo el término, había que ver si los dos lados eran equivalentes y, si no, arreglarla). Digamos que el profe también charlaba con los de adelante, pero después quiso remontar la clase y nos instaba a que resolvamos la ecuación. Yo, entre boludeos, lo miré al docente -medio desesperado parado frente al pizarrón-, y le dije, canchera: "...ponele sobre dos", como para callarlo.
El profesor se me quedó mirando, tiza en mano, sus ojos tan abiertos que parecían más blancos, como sus dedos cubiertos de polvo de tiza.
Y se hizo silencio.
Dijo: "Sí. Sobre dos", y dibujó una línea abajo de la parte derecha de la ecuación, y debajo de ella un dos. Se dio vuelta, me miró (ahora eran mis ojos los que estaban totalmente abiertos, contrastando con el creciente rojo de mis mejillas), y las cabezas de 23 hombres y 5 mujeres giraron hacia mí.
Yo, ya bordó, explicaba que lo había dicho jodiendo, que no tenía ni idea, que había sido suerte.
Y siguió la clase, con un aire extraño en el aire. A medida que el colorado en mi rostro se dispersaba y éste volvía a la normalidad, la clase también lo hacía (dispersarse -es decir, volver a la normalidad). El profesor, cinco minutos antes del recreo, se ubicó en nuestra zona para charlar con mi grupo. Sacó el tema de la ecuación, y yo le insistía con que había sido suerte. Supongo que pensó que lo decía para mantener mi perfil de rebelde (de esos que se jactan de su ignorancia), así que me dijo "se vienen las olimpíadas de la matemática, ¿no te querés anotar?".
Yo le dije que realmente había sido por suerte (hasta empezaba a dudar de mi misma: no habrá sido una parte de mi inconsciente y soy como el de "Una Mente Brillante"? Claro que esa película no había salido todavía, así que simplemente dudaba de mí misma, sin comparaciones), pero que me cuente más. Él me dijo que igual, aunque haya sido suerte, podía probar; hacer el examen clasificatorio. A mí me gustaba hacer cosas nuevas y raras, probar cosas (aunque sean catalogadas como "de nerd"; eso no me importaba). Entonces le dije que me interesaba.
Así fue como entré en las olimpíadas, y cuando estaba rindiendo para la instancia intercolegial, había dos chicas (una compañera y su amiga, que iba a la modalidad empresarial), que no sabían cómo responder una, entonces me pidieron ayuda. Yo, contenta por poder ayudar, les pasé la solución del problema que les faltaba, que requería más un pensamiento no lineal que de conocimientos matemáticos (uno de los problemas de cada instancia siempre era así). Y pasaron. Nunca me lo agradecieron.
La siguiente instancia, la provincial, se hizo en Bariloche. Nos pagaban el hotel. Eso es lo que me gustaba de hacer cosas nuevas: pegué viaje gratis (bueno, nosotros ayudamos a vender rifas para juntar plata, también). De El Bolsón, éramos: cinco estudiantes (el dúo ayudado, otro chico, y una chica del colegio privado del pueblo), el profe del "sobre dos", la profesora de matemáticas del colegio privado, y una preceptora nuestra. El dilema llegó a la hora de dormir: las habitaciones eran para tres personas, y yo no quería ir con las estúpidas superficiales y falsas del colegio privado. Mi preceptora era muy copada, yo quería ir con ella. Pero las dos chicas a las que yo había ayudado se complotaron contra mí, y lograron dormir con la preceptora, por lo que yo tuve que ir con las otras dos.
Al día siguiente, antes de la evaluación, me dí cuenta de que me faltaba un lápiz y mis dos compañeras se hicieron las boludas, no me quisieron prestar uno de varios que tenían. La preceptora copada se puso en campaña para conseguirme uno, pero yo quedé mal por la actitud de las pendejas.
Aprendí algunas cosas:
- Que no hay que esperar nada a cambio de un acto de bondad.
- Que no tenía que tener tantos prejuicios: las del colegio privado resultaron mucho más copadas y buenas que las otras dos estúpidas.
- Que tendría que haberme preparado para el examen si quería seguir viajando.
- Que el chocolate Mamuschka es el más rico.
Básicamente el lugar estaba pensado para sobrellevar mejor mi timidez. Qué feo que es cuando tu vida gira en torno a tu timidez o inseguridad. Por suerte eso se fue yendo en mí. A veces me gustaría volver a aquellas épocas sabiendo lo que sé ahora (de la vida, o algo así). Pero lo que trato de hacer, en cambio, es lo posible: vivir ahora como si volviera dentro de unos años a esta época, arrepentida de gastar tiempo y energía en cosas no importantes. Y con ovarios. Porque la vida pasa rápido, y al hacer cosas que impliquen mucho crecimiento o un enfrentamiento a los miedos, dejamos una especie de clip -adornado con recuerdos y un poco de orgullo del bueno- que nos engancha de a tramos a esta existencia.
Iba a la modalidad Industrial, y en mi curso éramos 23 varones y 6 mujeres. Esta proporción por un lado era intimidante (en los momentos de coloración facial me importaba que me vean así los varones y los adultos, las chicas me daba casi lo mismo), pero por otro lado era cómodo para mí, dado que siempre me junté con varones, y se manejaban de una forma más simple que las chicas (además me malcriaban y yo podía salir impune de muchas situaciones que con amigas no).
Un viernes, en una clase de matemáticas, estábamos especialmente dispersos. Esta vez estaba sentada en unas mesas del fondo, charlando con unos compañeros. El profesor había puesto una ecuación en el pizarrón, y había pedido que la igualemos (qué se yo el término, había que ver si los dos lados eran equivalentes y, si no, arreglarla). Digamos que el profe también charlaba con los de adelante, pero después quiso remontar la clase y nos instaba a que resolvamos la ecuación. Yo, entre boludeos, lo miré al docente -medio desesperado parado frente al pizarrón-, y le dije, canchera: "...ponele sobre dos", como para callarlo.
El profesor se me quedó mirando, tiza en mano, sus ojos tan abiertos que parecían más blancos, como sus dedos cubiertos de polvo de tiza.
Y se hizo silencio.
Dijo: "Sí. Sobre dos", y dibujó una línea abajo de la parte derecha de la ecuación, y debajo de ella un dos. Se dio vuelta, me miró (ahora eran mis ojos los que estaban totalmente abiertos, contrastando con el creciente rojo de mis mejillas), y las cabezas de 23 hombres y 5 mujeres giraron hacia mí.
Yo, ya bordó, explicaba que lo había dicho jodiendo, que no tenía ni idea, que había sido suerte.
Y siguió la clase, con un aire extraño en el aire. A medida que el colorado en mi rostro se dispersaba y éste volvía a la normalidad, la clase también lo hacía (dispersarse -es decir, volver a la normalidad). El profesor, cinco minutos antes del recreo, se ubicó en nuestra zona para charlar con mi grupo. Sacó el tema de la ecuación, y yo le insistía con que había sido suerte. Supongo que pensó que lo decía para mantener mi perfil de rebelde (de esos que se jactan de su ignorancia), así que me dijo "se vienen las olimpíadas de la matemática, ¿no te querés anotar?".
Yo le dije que realmente había sido por suerte (hasta empezaba a dudar de mi misma: no habrá sido una parte de mi inconsciente y soy como el de "Una Mente Brillante"? Claro que esa película no había salido todavía, así que simplemente dudaba de mí misma, sin comparaciones), pero que me cuente más. Él me dijo que igual, aunque haya sido suerte, podía probar; hacer el examen clasificatorio. A mí me gustaba hacer cosas nuevas y raras, probar cosas (aunque sean catalogadas como "de nerd"; eso no me importaba). Entonces le dije que me interesaba.
Así fue como entré en las olimpíadas, y cuando estaba rindiendo para la instancia intercolegial, había dos chicas (una compañera y su amiga, que iba a la modalidad empresarial), que no sabían cómo responder una, entonces me pidieron ayuda. Yo, contenta por poder ayudar, les pasé la solución del problema que les faltaba, que requería más un pensamiento no lineal que de conocimientos matemáticos (uno de los problemas de cada instancia siempre era así). Y pasaron. Nunca me lo agradecieron.
La siguiente instancia, la provincial, se hizo en Bariloche. Nos pagaban el hotel. Eso es lo que me gustaba de hacer cosas nuevas: pegué viaje gratis (bueno, nosotros ayudamos a vender rifas para juntar plata, también). De El Bolsón, éramos: cinco estudiantes (el dúo ayudado, otro chico, y una chica del colegio privado del pueblo), el profe del "sobre dos", la profesora de matemáticas del colegio privado, y una preceptora nuestra. El dilema llegó a la hora de dormir: las habitaciones eran para tres personas, y yo no quería ir con las estúpidas superficiales y falsas del colegio privado. Mi preceptora era muy copada, yo quería ir con ella. Pero las dos chicas a las que yo había ayudado se complotaron contra mí, y lograron dormir con la preceptora, por lo que yo tuve que ir con las otras dos.
Al día siguiente, antes de la evaluación, me dí cuenta de que me faltaba un lápiz y mis dos compañeras se hicieron las boludas, no me quisieron prestar uno de varios que tenían. La preceptora copada se puso en campaña para conseguirme uno, pero yo quedé mal por la actitud de las pendejas.
Aprendí algunas cosas:
- Que no hay que esperar nada a cambio de un acto de bondad.
- Que no tenía que tener tantos prejuicios: las del colegio privado resultaron mucho más copadas y buenas que las otras dos estúpidas.
- Que tendría que haberme preparado para el examen si quería seguir viajando.
- Que el chocolate Mamuschka es el más rico.
martes, 6 de mayo de 2008
... de las nubes?

Hace un tiempito invité a Clari a ver Un Cuento Americano porque no se la acordaba y yo pensaba que era muy tierna para no acordarse.
En un momento aparece en la pantalla el gato malo, y le digo "es como el malo de Pearl Jam". Y ella "¿eh?", "sí, cómo está dibujado. Como el malo de Pearl Jam". Y ella me miraba con cara de que estoy loca. En seguida me dí cuenta y me corregí, entre risas: "¡Space Jam!".
..........
Sigo con mis ocasionales "bolufrases" (como las de este viejo post). No las guardo nunca, y al ser -justamente-, tan colgada, me las olvido horas después. Pero éstas quedaron por ahí:
Dije Camino a los Ángeles en vez de Camino al Cielo.
Dije Alí Babá en vez de Sai Baba
Y Clari me pasó algunas que dijeron con sus compañeras de diseño:
Dijeron Adam Sandler en vez de Saddam Husseim.
Dijeron El Cuento Infinito en vez de La Historia sin Fin.
Dijeron la escuadra trucha en vez de falsa escuadra.
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Cómo lograr que un centrifugador evolucione: olvidárselo girando a toda velocidad unos quince minutos, proceso en el cual se genera calor que evapora la humedad. Así, el artefacto se convierte en centrifugador/secadora. No se sabe con certeza la vida útil de este innovado electrodoméstico. Probablemente sea corta.
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